Es comprensible la frustración de estos hermanos, cuando no se ha logrado entender el poder que tiene la música sobre quienes escuchan. ¿Emocionalismo? Es probable. ¿Pero acaso no fue Dios quien nos creó con emociones? Y de ser así, ¿no son las emociones parte de Su naturaleza misma, considerando que nos creó a Su imagen y semejanza?
Dios también se emociona e incluso se le ocurre cantar algunas veces, como lo podemos ver en el hermosísimo Sofonías 3:16; de manera que debemos tomar en cuenta que a Él le gusta la música, la cual, de hecho, fue creada por Él para Su alabanza y adoración. Después de ello se necesitaba comisionar a un director de alabanza, alguien cercano a Él y de Su entera confianza, para que se encargara de entonar esos cantos con los cuales tanto se deleita: Nadie mejor que Luzbel para dicha tarea.
Pero Luzbel (conocemos la historia) se llenó de orgullo y terminó organizando una “división eclesial” para usurpar el trono de Dios; fue entonces cuando fue expulsado del cielo para siempre, convirtiéndose así en Satanás. Pero Luzbel no cayó solo; además de la tercera parte de los ángeles del cielo, hubo otro elemento que arrastró consigo en su caída: la música.
Ahora los acordes, las melodías y los instrumentos pasaron a utilizarse de otra manera, dando origen a toda clase de desenfrenos, aberraciones y herejías, plasmadas en canción; así es, el sublime arte musical, creado por Dios para Su alabanza, ahora se había pervertido y desviado radicalmente de su razón de ser.
¿Te has preguntado alguna vez por qué la música puede producir en la gente del mundo tan variadas emociones, reacciones y sentimientos? Piénsalo de esta manera: Si el diablo la ha pervertido para que la gente tenga pensamientos de adulterio, fornicación, depresión o suicidio, y la usa para desviar a millones de almas hacia el pecado y la perdición, ¿no será que Dios la creó precisamente para involucrar las emociones de sus hijos en el proceso de la adoración?
Estoy seguro de que alguna vez en tu vida te ha sucedido. Amaneces un día con apatía, desilusión y depresión, sin ganas de buscar a Dios, orar o leer la Biblia. Hoy la vida no tiene sentido para ti, quieres echar todo por la borda y no sientes el más mínimo deseo de batallar. Pero de repente enciendes la radio y escuchas una de tus canciones favoritas, cargada con el amor que motivó a tu dulce Jesús a entregar Su vida por ti en la cruz. A medida que la armonía y el ritmo atraviesan los aires, y las palabras penetran por tus oídos hasta descender a tu corazón, comprendes que Dios siempre ha sido bueno y que nada en el universo entero se compara con un minuto en Su Presencia. Ahora deseas llorar de felicidad, reír ante la evidencia de Su Grandeza, postrarte en tus rodillas y adorar al Rey de Reyes. ¿Por qué? ¡Porque la música que Dios creó acaba de tocar tus emociones!
Ahora comprendes que no se trata de emocionalismo infundado, sino que Dios desea también que te compenetres con Él con tus emociones. Jesús comparó el reino de los cielos con una porción de levadura que una mujer escondió en tres medidas de harina hasta que leudó toda la masa (Mateo 13:33); es decir, el poder de ese reino inconmovible que ha sido escondido en nuestros corazones debe comenzar a obrar en nuestras vidas hasta que agrademos a Dios con las tres medidas de nuestro ser: espíritu (que se hace uno con el Señor cuando nacemos de nuevo), alma (agradando a Dios con nuestros pensamientos y emociones) y cuerpo (glorificando a Dios al ofrecer nuestros miembros como instrumentos de justicia).
Es importante entonces que siempre tengamos en cuenta lo siguiente: La música es una herramienta poderosa para involucrar el alma de los oyentes. Si se usa para mal, las emociones humanas se verán influenciadas por el enemigo para alejarnos de nuestro Padre; pero usada correctamente, la música hará que nuestras propias emociones busquen acercarse más a Dios y nos deleitaremos aún más en Su Presencia.
Maestro Danilo Gossain
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