Eclesiastés 1. Toda persona, desde que nace, trae el sentimiento innato de tener una vida de realización. Cuando la persona va teniendo claridad y entendimiento de la vida, busca que ella tenga sentido. Si es estudiante, el sentido para su vida es sacarse excelentes notas o calificaciones; para un hijo, es cuando papá y mamá armonizan y enfrentan el hogar, juntos. Para un esposo, está en el entendimiento que halla con su cónyuge y viceversa. Para un empleado, cuando lo que hace, es lo acertado. Para un empresario, radica en el hecho de ver prosperar su empresa.
Ahora bien ¿Serán realmente todas estas cosas lo que le dan el sentido a la vida? Uno de los mayores problemas de la vida es hallarle el sentido adecuado; que triste es para una persona cuando piensa "MI VIDA NO TIENE SENTIDO”. El sentido tiene que ver con LA SATISFACCIÓN Y QUE ENCONTRAMOS EN LA VIDA”. Para abordarnos en este tema pensemos en:
LOS MEDIOS INADECUADOS PARA HALLARLE SENTIDO A LA VIDA.
El típico modelo de un hombre que quería hallarle sentido a la vida era Salomón, este probó muchos medios: Sentido a través del trabajo (Ecl. 1:3); a través de la sabiduría (Ecl. 1:13-18); a través de los bienes materiales (Ecl 2:1); a través del placer (Ecl 2:2); a través de los gustos en la vida (Ecl 2:4-5); a través de la riqueza (Ecl 2:8); a través de la grandeza y la posición social. (Ecl. 2:9); a través de todo lo que se desea (Ecl. 2:9). ¡Que tremendo es llegar a la conclusión de que ninguna de estas cosas produce el verdadero sentido de la vida! Salomón reconoce y enfatiza que todo esto no brinda sentido a la vida (Ecl. 2:11). La pregunta que surge es: ¿Dónde encontrar el verdadero sentido de la vida? Lo encontramos en el EVANGELIO.
La resurrección de Cristo es vital, primero, porque nos dice que el Evangelio es el de un Salvador vivo. No tenemos que enviar a nuestros penitentes al crucifijo, a la imagen muerta de un hombre muerto. Resurrección ¿en qué piensa cuando oye esa palabra? La mayoría de la gente piensa en el pasado, en una tumba vacía y en el Señor resucitado. ¡Gloria a Dios! ¡Jesucristo vive hoy!
Lo que no entendemos bien, es que Él no es el único que resucitó. Nosotros también hemos resucitado. Lo hicimos espiritualmente el día en que recibimos al Señor Jesucristo como el Señor y Salvador de nuestra vida, porque pasamos de muerte a vida. La parte más importante de nuestra resurrección ya ocurrió.
¡He aquí el Señor que vive y estuvo muerto y que vive por los siglos de los siglos, y que tiene las llaves de la muerte y del Hades! Contemplen en Él a un Salvador vivo y accesible, que desde la gloria clama todavía con amor: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. “Puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Yo digo que tenemos un Salvador vivo, y ¿no es esta una gloriosa característica del Evangelio? Mis hermanos este es un tiempo de predicar el Evangelio de poder, el Evangelio de resurrección.
Tenemos un Salvador poderoso en conexión con el Evangelio que predicamos; pues Aquel que tuvo el poder de resucitarse a Sí mismo de los muertos, tiene todo el poder ahora que ha resucitado.
Aquel que en la muerte venció a la muerte, puede conquistar mucho más por Su vida. Aquel que, a pesar de estar en el sepulcro, pudo romper todas sus ataduras, puede seguramente liberar a todo Su pueblo. Aquel que, viniendo bajo el poder de la ley, cumplió la ley, liberando así a Su pueblo de la servidumbre, ha de ser poderoso para salvar.
Jesús ha salvado a Su pueblo. Él ha cumplido la obra que le fue confiada. Terminó con la transgresión, puso un fin al pecado, y trajo la justicia eterna, y el que cree en Él no es condenado y no puede serlo nunca. Además, la conexión de la resurrección y del Evangelio demuestra la seguridad de los santos, pues si cuando Cristo resucitó, Su pueblo resucitó también, resucitaron a una vida semejante a la de su Señor, y, por tanto, no pueden morir nunca. ¡Gloria a Dios, hay poder en la vida de resurrección!
Está escrito, “Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él”, y lo mismo sucede con el creyente. Si tú has muerto con Cristo y has resucitado con Cristo, la muerte no tiene más dominio sobre ti; no regresarás nunca a los miserables elementos del pecado, y no te convertirás en lo que eras antes de tu regeneración. No perecerás nunca, ni nadie te arrebatará de la mano de Jesús. Él ha puesto dentro de ti una simiente viva e incorruptible que vive y permanece para siempre. Él mismo dice: “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” Por tanto, aférrense a esto, y que la resurrección de su Señor sea la garantía de su propia perseverancia final. Él si nos da el verdadero sentido a la vida, Amén, amén, amén. Hay poder en la resurrección de Jesucristo.
P.s John David Lambraño
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